Publicamos en esta entrada un poema inédito escrito por D.
Antonio Bustillos Tejero que nos ha hecho llegar su nieta Miguela Cala y que
durante años lo ha conservado otra de sus nietas, Pepi Bustillos. En él se
describe magistralmente la salida procesional de la Virgen en 1925. Compuesto
por 128 versos, en una sucesión de 37 estrofas de cuatro versos con rimas cruzadas o rimas alternas (redondillas
o cuartetas), nos traslada a aquella tarde veraniega de hace casi un siglo,
presentándonos con detalle, como si tuviéramos una foto delante, el fervor y la
solemnidad con que se efectuaba el traslado de la Virgen a la Parroquia.
Como curiosidad, podríamos destacar algunos aspectos:
-
El carácter comarcal de la celebración, a la que
se desplazaban habitantes de las localidades limítrofes como si de una romería
de tratase.
-
La procesión partía de la Parroquia, de donde
salía el cortejo formado por el clero local y al que se unía la corporación
municipal y el pueblo, que se congregaba en la plaza (por aquel entonces
llamada Plaza de la Paz).
-
Asistía una banda de música de Lebrija
(“Exploradores”) y una escuadra de lanceros, llegados posiblemente de algún
cuartel de Jerez.
-
La hora de la procesión no ha cambiado, se menciona
la puesta de sol y las siete de la tarde (en esta época se seguía la hora
solar).
-
Ya se habla de un alumbrado extraordinario, en
una época en que el fluido eléctrico no había llegado aún a todos los hogares.
Aquí se ve el desvelo del ayuntamiento en el engrandecimiento de las fiestas.
-
El cortejo lo formaban las jóvenes del pueblo
luciendo sus mejores galas y llevando un cirio en la mano, costumbre que ha
perdurado hasta hace pocos años.
-
Una vez el cortejo en Palomares, se procedía a
una ceremonia en la que el predicador de turno desde el púlpito ofrecía un
panegírico y, una vez entonados cantos en latín, por el clero asistente, el
párroco tenía el privilegio de entonar el “Procedamus”, palabra que indicaba a
los que no sabían latín que era el momento de iniciar la procesión hasta la
parroquia.
A continuación mostramos el texto original para que lo leáis
con detenimiento y disfrutéis. Nuestro agradecimiento a sus nietas, por
habernos permitido que este poema vea la luz, para el deleite de todos los
trebujeneros.
1925
La
velada de la Virgen Ntra. Sra. de Palomares,
que
se celebra el día 15 de agosto todos los años.
Es el catorce de
agosto,
víspera de la
gran fiesta
que a su Patrona
dedica
la grey
trebujenera.
Es la fiesta que esta
villa
dedica a sus Dioses
Lares,
que preside y simboliza
la Virgen de Palomares.
Ya resuenan las bocinas
de los autos
forasteros,
que conducen pasajeros
al acto que se avecina.
El acto de trasladar
la Patrona de este
pueblo
a la Iglesia Parroquial
desde el atrio de su
templo.
Ya repican las
campanas,
y la vía Nebricense
viene cubierta de
gente,
igual que la jerezana.
Por este todo han
llegado
los lanceros con
clarines,
seguidos de sus afines,
los músicos
contratados.
Por el otro, todo
entero,
el grupo de
exploradores,
con cornetas y
tambores,
y los ciclistas
ligeros.
En carretas
engalanadas,
cual carrozas
palaciegas,
llegan lindas
lebrijanas
escoltadas con majeza.
Ningún vecino ha
faltado
a la fiesta cadañera;
de todas partes han
llegado
por muy lejos que
estuvieran.
En la Plaza de la Paz,
centro de la población,
ya no cabe el personal
que espera la
procesión.
Pronto asoman los
ciriales,
la cruz parroquial, el
clero,
todas las autoridades,
cada una con su
séquito.
Al cortejo se adicionan
Lanceros y
Exploradores,
con clarines y
tambores,
y los músicos se
entonan.
Sigue su marcha
derecha,
a la iglesia patronal,
el público en general
la acompaña en todo
trecho.
El templo tiene sus
puertas
abiertas completamente,
para dar paso a la
gente
y al cortejo de la
fiesta.
En este lugar se
apartan
los grupos adicionados,
colocándose a los lados
de la entrada
sacrosanta.
El campanario de cesa
de avisar a todos lados
que todo está preparado
y que la hora se
acerca.
El sol su ocaso ha
tocado,
las siete son por
entero,
al lubricán pasajero
sigue profundo
alumbrado.
Seiscientas luces lo
integran
en eléctricas
bombillas,
prodigiosas maravillas,
por el esplendor que
encierran.
En carroza bien
tallada,
estucada en perla y
oro,
brillante como un
tesoro,
la Reina está colocada.
Es la Reina de los
Cielos,
a quien este pueblo
adora;
milagrosa bienhechora,
de angustiados el
consuelo.
Es la Virgen que
atesora
el amor y la clemencia,
la sabiduría, la
ciencia,
los albores de la
aurora.
Es alivio de los males,
es consuelo de las
penas,
Patrona de Trebujena,
la Virgen de Palomares.
La han bajado de su
trono,
estilo renacimiento,
derroche de gusto y
arte,
joya de valor inmenso.
Del cual pende una
paloma,
que simboliza el
misterio
de su aparición divina
en un lugar de este
término.
Tiene ráfagas de plata,
media luna y
candeleros,
rostrillo de oro en su
cara,
piedras preciosas en
sus dedos.
En el raso de su manto,
y en el resto de su
cuerpo,
en oro fino labrados
lleva flores y
arabescos.
Su corona que es de
plata,
hecha por hábil joyero,
la forman cerco y
florones,
con globo y cruz en el
centro.
El Hijo de sus entrañas
lo lleva asido en su
pecho,
sujeto con ambas manos,
para mostrarlo a su
pueblo.
Seis jóvenes bien
portados,
de talla proporcionada,
cada cual se ha
colocado
en su lugar en las
andas.
Porque han hecho la
promesa,
inquebrantable y
sagrada,
de llevar a su Patrona
hasta terminar la
marcha.
La calle procesional,
ante la imagen trazada;
la forman un centenar
de angelicales
muchachas.
Compartida en dos
hileras,
con lindos velos
tocadas,
lujosamente ataviadas,
cada una un cirio
lleva.
Predicado un panegírico
desde el púlpito del
templo,
sigue el Maris Stela
Mística
cantado por todo el
clero.
Por el párroco del
pueblo
el Procedamos se canta,
y sin parar un momento
la procesión entra en
marcha.
ANTONIO BUSTILLOS TEJERO