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Cada catorce de agosto,
entre vivas y loores
y ofrecimiento de flores,
refulge su bello rostro,
en tanto en la procesión,
la llama del paisanaje
enciende todo el paisaje
cimpliendo la tradición.
Palomares pequeñita
que a Trebujena domina
con su figura divina,
riendo desde su ermita,
ve siempre en los corazones
del pueblo trebujenero
cómo le bulle sincero
el amor a borbotones.
Convocado en torno a Ella,
el trebujenero ausente
se encontrará con su gente
llenando la noche bella.
En un marco de alegría,
los besos y los abrazos
harán renovar los lazos
que rompió la lejanía
y así que pasen los años
no ha de perder sus raíces
pasando horas felices
con los amigos de antaño.
Por eso y a cualquier costo,
procesionaré a su lado,
en mi pueblo tan amado,
cada catorce de agosto.
Rafael Caro Aguilar