CON FLORES A MARÍA
Vuelven las largas tardes de mayo. El característico tintineo de los bronces de la Ermita nos evoca aquellas luminosas tardes de nuestra infancia en las que el juego, roto por el paréntesis de la preceptiva merienda, daba paso al caminar gozoso de la chiquillería hacia Palomares. Niñas y niños portando sencillos, pero valiosos, ramitos de pitirrosas arrancadas del muro medianero de algún corral, geranios o gitanillas de las viejas macetas del balcón, ramilletes de aquel jazmín plantado en una vieja tinaja del patio, o fragantes azucenas, sembradas para la Virgen, junto a los pozos y almijares de nuestras viñas. El perfume de estas flores traspasaba el umbral de la iglesia trasminando la explanada que antecede al templo.
En el interior la cantinela de los Avemarías del Rosario nos parecía interminable, esperando las primeras notas del popular “Venid y vamos todos…” que suponía la venia para iniciar el altivo y presurosa caminar por el pasillo central para dejar nuestras flores a las plantas de la Señora sobre los escalones del presbiterio. Tras este momento de júbilo y algarabía se hacía de nuevo el silencio. Los mayorcitos podían subir al altar para, escondidos tras el ambón, y a veces subido a una verde sillita del cercano colegio, hacer la lectura propia del día. Las últimas oraciones, solo conocidas por las personas mayores antecedían al “Adiós Madre…”, canto de despedida por todos conocido, que significaba volver a la calle para reanudar nuestros juegos infantiles.
Mes de las flores. Flores que, en el barrio de Palomares marcan el paso de las estaciones: blanco clavel, que prendido en un varal de la Soledad, es el mejor heraldo de la primavera; jarros y azucenas, que en la jornada del Besamanos anticipan el calor de las tardes de Junio; vara de nardo dividiendo el estío en una tarde de ofrenda de Agosto; y triste crisantemo que al subir la calle Ciprés presagia la inminencia de las cortas y melancólicas tardes de invierno.
Mes de Mayo. Pasan los años, cambian las formas pero el hecho se repite. Mes de María, rito heredado de nuestros mayores, que a pesar del materialismo y falta de valores que caracterizan a nuestra sociedad, se abre paso, un año más, entre las tradiciones de nuestro pueblo.